Cada noviembre, el pastor Douglas Wilson se pone una bandera negra metafórica y declara: “No Quarter November”. Promete un mes sin filtros, sin reservas, sin piedad en su blog. Para algunos, es una muestra audaz de valentía cristiana. Para otros, es solo otra provocación en su larga lista de controversias. Pero detrás del ruido, surge una pregunta más profunda: ¿de qué sirve una guerra cultural si Cristo no está al centro?
“No Quarter November” (NQN) es una tradición anual de Wilson y su equipo en Moscow, Idaho. El concepto proviene de la expresión militar “no quarter” —sin misericordia, sin tomar prisioneros. Wilson lo aplica metafóricamente: durante noviembre, escribe sin suavizar su lenguaje, sin rodeos, sin miedo a ofender. La bandera negra con calaveras y lápices cruzados que usa como logo simboliza este espíritu combativo. Pero aquí hay un detalle curioso: históricamente, la bandera negra pirata significaba ofrecer cuartel, no negarlo. La verdadera señal de “sin cuartel” era la bandera roja1. Paradójicamente, lo que parece una postura intransigente, quizá no sea tan radical como parece.
Más allá de la estética pirata, el objetivo declarado de NQN es confrontar al secularismo. Según Wilson, el mundo ya está en llamas; él solo está diciendo la verdad mientras el fuego arde. Y muchos cristianos lo celebran: finalmente alguien que no teme decir lo que todos piensan pero pocos se atreven a expresar. Pero aquí empieza a emerger un problema más profundo.
Wilson identifica correctamente al secularismo como un enemigo. Reconoce que ninguna cosmovisión es neutral. Tiene razón al señalar que si no hay Dios sobre el Estado, entonces el Estado se convierte en dios. Tal como escribió Émile Cammaerts citando a Chesterton:
“Cuando los hombres eligen no creer en Dios, de ahí en adelante ya no creen en nada. Entonces se vuelven capaces de creer en cualquier cosa.”2
Wilson lo resume: “Escogemos a Cristo o al caos.” Hasta aquí, su diagnóstico del problema cultural es bíblicamente sólido.
Sin embargo, algo falta. Al observar los contenidos de NQN —sus publicaciones, trailers, branding— notamos que la guerra cultural se convierte en el foco. Cristo está implícito, pero no explícito. La pasión por ganar la batalla cultural eclipsa la proclamación del evangelio. La política, la economía, la cultura son el campo de batalla, pero ¿qué pasa con las almas? ¿Dónde está Cristo, no solo como una herramienta para la victoria cultural, sino como el Rey soberano que salva pecadores?
Hay un riesgo real aquí: que en la lucha por preservar la “cristiandad” terminemos promoviendo una cosmovisión cristiana sin Cristo mismo. Wilson denuncia la versión diluida del cristianismo promovida por el secularismo, pero su proyecto cultural puede terminar cayendo en la misma trampa: una cristiandad que defiende principios… pero olvida a la Persona.
Necesitamos recordar lo que Colosenses 1:15-20 declara con claridad: Cristo ya está al frente y al centro de todo.
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen. Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia; y Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía. Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud, y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos.”
—Colosenses 1:15-20
No estamos luchando por poner a Cristo en el trono; Él ya reina. Nuestra misión no es conquistar la cultura para Cristo, sino proclamar al Cristo que conquistó la muerte.
Esto no significa que debamos abstenernos de prestar atención a la cultura o la política. Significa que nuestra guerra principal no es contra carne ni sangre (Efesios 6:12). No es una guerra de banderas, slogans o estrategias de marketing. Es la guerra por el corazón humano, librada por la proclamación fiel del evangelio. El verdadero no quarter es declarar a Cristo con valentía, sin diluir, sin desviar, sin reemplazarlo por nuestra propia figura o reputación.
Admito que NQN ha logrado abrir conversaciones difíciles y necesarias. Wilson ha motivado a muchos cristianos a salir de la apatía cultural. Hay mérito en su valentía y claridad doctrinal en varios temas. Reconozco que necesitamos voces valientes en un tiempo de tibieza. Pero el problema no está en el coraje, sino en el centro del mensaje. Sin Cristo al centro explícito, cualquier batalla cultural se vuelve otra torre de Babel: mucha construcción, pero sin dirección eterna.
Necesitamos menos íconos y más evangelio. Menos banderas negras y más la tumba vacía. Menos guerreros culturales y más siervos dispuestos a perder su vida por amor al evangelio (Mateo 16:24-25). Como dijo Juan el Bautista:
“Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya”
—Juan 3:30.
Mientras enfrentamos los desafíos culturales de hoy, no pongamos nuestra esperanza en la estrategia, el branding o las figuras influyentes. Pongamos nuestra esperanza en Cristo. Él es el centro, el propósito y el fin de toda verdadera victoria.
Benerson Little, The Golden Age of Piracy: The Truth Behind Pirate Myths (New York: Skyhorse, 2016).
Émile Cammaerts, The Laughing Prophet (London: Methuen & Co, 1937).