El precio de la conveniencia
Una reflexión sobre cómo la forma en que consumimos entretenimiento impacta cómo pensamos.
Cuando el entretenimiento estaba limitado a medios físicos, teníamos que ser selectivos con nuestro consumo. Todo cambió con el advenimiento de los formatos digitales, plataformas de streaming y los modelos de subscripción.
Veamos la industria de la música, por ejemplo.
Antes (aunque no hace tanto tiempo, en realidad), para comprar un álbum había que considerar el costo de oportunidad. Comprar un álbum físico suponía un riesgo. Sólo algunas de las canciones serían sencillos, así que—a menos que un amigo ya lo tuviera—no conoceríamos algunas de las canciones antes de comprar el álbum. Comprábamos "a ciegas", confiando en la opinión de terceros, y en el talento y trayectoria de los artistas. Si se trataba de alguien nuevo, los riesgos eran mayores.
Más aún, comprar un álbum físico tenía consecuencias tangibles. El precio de los álbumes físicos limitaba cuántos podíamos adquirir en un momento determinado. Nuestro presupuesto para entretenimiento era limitado y el precio de los álbumes era relativamente alto. El impacto en nuestros bolsillos nos obligaba a pensar la compra dos veces antes de actuar.
Escuchar un álbum físico requería un compromiso. Reproducir un disco (o incluso un cassette) supone interactuar con equipo específico. El esfuerzo adicional nos invitaba a escuchar con más atención, y las circunstancias nos motivaban a escuchar el álbum completo. Si íbamos a tomarnos todas las molestias, queríamos que valiera la pena.
Escuchar un álbum físico requería cierta paciencia. Cambiar de una canción a otra en un disco fonográfico o un cassette era todo un proceso. Repetir una canción en "loop" requeriría una dedicación poco razonable. Los discos compactos hicieron que ambas acciones fueran mucho más accesibles, pero aún los CDs requerían de nuestra participación activa.
Los álbumes físicos tenían valor agregado. Los artistas (o, más precisamente, las disqueras) incluían material adicional en los álbumes. Ya fueran posters, folletos, fotografías, o la letra de las canciones, teníamos la oportunidad de interactuar físicamente con un producto que trascendía el sonido. Un producto hecho para nosotros. Un producto que era nuestro. Eso me lleva al siguiente punto.
Comprar un álbum físico lo hacía propiedad privada. Pasaba a ser un objeto sobre el que teníamos control. Podíamos prestarlo a alguien, regalarlo o hasta venderlo. Una vez que lo habíamos adquirido, podíamos hacer con el álbum físico lo que quisiéramos —en tanto no violentara los derechos de autor.
No es así con los álbumes digitales. Cuando adquirimos un álbum en MP3, ya no estamos comprando un álbum sino una licencia del álbum: Un "permiso" para escucharlo de forma privada. Pero no tenemos ningún control sobre él. No podemos prestarlo, regalarlo o venderlo. Sencillamente no es nuestro. No somos dueños de nada.
La propiedad privada no es lo único que perdimos. Nuestra capacidad de pensamiento crítico y toma de decisiones se ejercita o se corroe con cómo consumimos entretenimiento.
La forma en que consumimos música cambió radicalmente durante las primeras décadas del siglo XXI. La industria de la música se transformó con llegada del formato MP3 en 1995, y la creciente disponibilidad de la Internet para uso personal. Ahí fue cuando dejamos todo de lado en favor de la conveniencia. El cambio no fue inmediato, pero era inevitable.
En Costa Rica, por ejemplo, Spotify empezó a estar disponible a partir de diciembre del 2013. La mayoría de las tiendas físicas de música ampliaron su oferta a otras formas de entretenimiento. Las que no cambiaron salieron del mercado en la década siguiente. Así fue con tiendas como VERTIGO, por ejemplo, que ahora ofrece memorabilia y video juegos en tal escala que sería fácil pasar por alto que aún venden discos e, incluso, cassettes.
La conveniencia le ganó a la calidad de la experiencia. Y no es de extrañar. En palabras de Steve Albini (músico y productor estadounidense), durante una entrevista para Vulture1:
“La conveniencia triunfará sobre la calidad el 100% del tiempo.”
Y esto no está limitado a la música, por supuesto. Algo similar ocurre con el cine y la televisión (Netflix, Disney+, etc.) y la literatura (Kindle Unlimited, Audible). Nada está exento del impacto de la conveniencia y la hiperconectividad.
Lo que antes era un ejercicio de pensamiento crítico (aunque mundano) pasó, para muchos, a un segundo plano. Ahora tenemos una infinidad de opciones de entretenimiento constantemente disponibles, a voluntad, y sin un costo evidente. Pero sí tienen un costo. El entretenimiento ad libitum hace que nuestros hábitos de consumo se vuelvan irreflexivos y nuestra capacidad de poner atención se deteriore.
Nuestro consumo de entretenimiento no es un reflejo pasivo de nuestros procesos conscientes. En realidad, ambos se moldean mutuamente, de forma activa. Nuestra visión de mundo y cómo tomamos decisiones se alimentan del entretenimiento que consumimos. No deberíamos menospreciar cómo la forma (y no sólo el fondo) del entretenimiento que consumimos influye directamente sobre cómo pensamos.
Al final, no se trata de utilizar medios físicos en vez de medios digitales. En cambio, se trata de elegir conscientemente, ejercitar nuestro pensamiento crítico, y escoger lo mejor posible. Una de las mejores formas de ser intencionales sobre nuestro consumo es considerar ¿qué dice la Biblia? ¿Cómo debemos valorar nuestras decisiones en temas como este?
Cómo elegir según principios bíblicos
Y hay un tiempo para todo—incluso para el entretenimiento
"Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo:
tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de derribar, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de lamentarse, y tiempo de bailar; tiempo de lanzar piedras, y tiempo de recoger piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de rechazar el abrazo; tiempo de buscar, y tiempo de dar por perdido; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de rasgar, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de odiar; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
¿Qué saca el trabajador de aquello en que se afana? He visto la tarea que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que en ella se ocupen. Él ha hecho todo apropiado a su tiempo. También ha puesto la eternidad en sus corazones; sin embargo, el hombre no descubre la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin.
Sé que no hay nada mejor para ellos que regocijarse y hacer el bien en su vida; además, que todo hombre que coma y beba y vea lo bueno en todo su trabajo, eso es don de Dios.
Sé que todo lo que Dios hace será perpetuo; no hay nada que añadirle y no hay nada que quitarle;
Dios ha obrado así para que delante de Él teman los hombres. Lo que es, ya ha sido, y lo que será, ya fue, y Dios busca lo que ha pasado."
—Ec 3:1-15
Podemos empezar por reconocer que no hay nada intrínsecamente malo en el entretenimiento. Sólo debemos ser cautos en escoger lo que es mejor.
"Todo es lícito, pero no todo es de provecho. Todo es lícito, pero no todo edifica."
—1 Corintios 10:23
Dios nos llama a considerar nuestras opciones con calma, teniendo nuestras prioridades claras. Y nuestra primera prioridad es confiar en Él.
"Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas."
—Proverbios 3:5-6
Debemos confiar en Dios y no depender de nuestra propia opinión, nuestras propias fuerzas, ni nuestro conocimiento.
Dios nos llama a confiar en Él en todos nuestros caminos —y esto incluye nuestro entretenimiento. Demasiado a menudo pretendemos crear una división entre lo espiritual y la vida diaria. Pretendemos que Dios "se quede en la iglesia, mientras nosotros nos encargamos de nuestra vida el resto de la semana. Queremos que el creador de todo el universo, de quien depende la existencia de cada célula de nuestro cuerpo, se quede en segundo plano.
Dios es soberano sobre el universo, sobre nosotros, y sobre *todos* nuestros caminos. La clave, cómo dice Proverbios 3:5-6, está en confiar en Él y reconocerlo en todos nuestros caminos. Aún en el entretenimiento que escogemos y en cómo lo escogemos.
Lauretta Charlton, “Steve Albini on Tidal and the Problem With ‘Little Streaming Fiefdoms’”, Vulture, 15 de abril, 2015, https://www.vulture.com/2015/04/steve-albini-on-tidal.html.