Tener el poder de prohibir/cancelar/bloquear o silenciar a otros puede ser antitético a la socialización. Como mínimo, al ser capaces de moldear "el mundo" a nuestro gusto (es decir, controlando las voces que nos rodean), corremos el riesgo de pensar que siempre tenemos razón.
Nuestra visión de mundo (cosmovisión) se construye a partir de una interacción entre la cultura en la que estamos envueltos y nuestro contexto social. Sin embargo, también está influenciada por "fuerzas" que luchan por capturar nuestra atención. En esta dinámica, esa lucha por nuestra atención (y los estímulos a los que nos exponen) construyen nuestra interpretación de la realidad.
Este no es un fenómeno nuevo. Es algo tan viejo como la humanidad misma. Sin embargo, las redes sociales nos brindan una oportunidad sin precedentes para crear cámaras de eco, consciente o inconscientemente —lo que empeora la dinámica aún más. Los algoritmos están pensados para mantenernos activos en los sitios web. Después de todo, vivimos inmersos en la economía de la atención.
La atención es el bien más valioso del mundo
Como apunta Catherine Price, autora de How to Break Up with Your Phone, Revised Edition: The 30-Day Digital Detox Plan1:
Nuestra atención es lo más valioso que tenemos. Experimentamos solo aquello a lo que le prestamos atención. Recordamos solo aquello a lo que le prestamos atención. Cuando decidimos a qué prestar atención en el momento, tomamos una decisión más amplia sobre cómo queremos vivir nuestra vida.
Vivimos en un mundo en el que todo a nuestro alrededor compite por nuestra atención. Y como es el caso con todos los recursos económicos, nuestra atención es limitada.
Tony Reinke atiende el tema de forma muy acertada en su libro Competing Spectacles: Treasuring Christ in the Media Age2. Un libro que recomiendo encarecidamente, y del que en algún momento haré una reseña detallada. ¡Súper recomendado! Aún si ustedes no coinciden con la perspectiva cristiana sobre el tema, los puntos de Reinke son contundentes y de aplicación universal.
Justo al inicio de su libro, Reinke apunta —muy atinadamente— a una cita de Daniel J. Boorstin, tomada de su libro The Image: A Guide to Pseudo-Events in America, que advierte:
“Corremos el riesgo de ser las primeras personas en la historia en haber sido capaces de hacer sus ilusiones tan vívidas, tan persuasivas, tan 'realistas' que puedan vivir en ellas. Somos la gente más ilusionada de la tierra. Sin embargo, no nos atrevemos a desilusionarnos, porque nuestras ilusiones son el hogar mismo en el que vivimos; son nuestras noticias, nuestros héroes, nuestra aventura, nuestras formas de arte, nuestra propia experiencia.”3
Somos susceptibles a los estímulos
Los seres humanos somos susceptibles a los estímulos. Los temas complicados exigen esfuerzo. Esto ha tenido ramificaciones en la forma en que consumimos contenidos en los medios de comunicación, pero además ha influido la forma y fondo de los contenidos mismos.
Algunos programas de televisión, y particularmente los programas informativos (las "noticias"), han favorecido la presentación de información binaria (donde todo es blanco o negro), privilegiando la información fragmentada, en tamaños pequeños y fáciles de consumir, por engañosa o incompleta que sea.
Además, la mayoría favorece la información entretenida en lugar de la información precisa. De allí el auge de los programas de chismes, las notas amarillistas, y el morbo como entretenimiento —y esto no es nada nuevo ni sorpresivo.
El conflicto es "entretenido", por lo que los contenidos que enfrentan posiciones polares hace que la televisión sea "mejor televisión". De paso, esto es lo que hace que las campañas políticas giren alrededor de escándalos y no de propuestas. Esto es lo que hace que las opciones políticas serias y limpias (sin "trapos sucios") pasen básicamente desapercibidas en el imaginario colectivo.
La cuestión es que no es "mejor televisión" para nosotros como espectadores (aunque hemos adoptado la etiqueta). Es mejor TV para la cadena, ya que son ellos los que disfrutan del aumento en los índices de audiencia y el negocio que traen consigo. Solo somos daños colaterales.
Y eso nos lleva de regreso a las redes sociales. El conflicto genera más interacciones que el contenido saludable. Esto es lo que conduce a que los temas complejos o llenos de matices aparentemente cuenten con solo dos opciones: la exclusión o la sobre-simplificación.
La complejidad tiende a ahuyentar la interacción, por la misma razón que mencioné anteriormente: la complejidad requiere esfuerzo. Por supuesto, yo mismo estoy simplificando este tema... Quizás todos nosotros, y la forma en que discutimos, hemos caído víctimas de la tendencia, hasta cierto punto.
Catherine Price, How to Break Up with Your Phone, Revised Edition: The 30-Day Digital Detox Plan (Berkeley: Ten Speed Press, 2018), (traducido por el autor).
Tony Reinke, Competing Spectacles: Treasuring Christ in the Media Age (Wheaton: Crossway, 2019).
Daniel J. Boorstin, The image: A Guide to Pseudo-Events in America (New York: Vintage, 2012), 240 (traducido por el autor).