Lit! a Christian guide to reading books
Un resumen de nuestra lectura de este libro, escrito por Tony Reinke, y publicado por Crossway en 2011.
Durante todo el mes de agosto, leímos juntos Lit! a Christian guide to reading books, escrito por Tony Reinke, y publicado por Crossway en 2011. Es un libro muy corto, y sencillo de leer; aunque con el inconveniente circunstancial de no estar disponible en español (por eso, optamos por leerlo en su versión original, en inglés).
Ahora, llegó el momento de resumir las ideas centrales del libro y considerar nuestra experiencia de lectura.

Una de las ideas principales de Lit! a Christian guide to reading books, y la que podemos rescatar como la idea de todo el libro, es la importancia de contar con una cosmovisión fundamentada en la Biblia.
Reinke establece la distinción entre la Biblia y todos los demás libros. Desde una perspectiva cristiana, la Biblia es sencillamente inigualable, porque es la palabra inspirada de Dios, y Dios es su autor supremo y definitivo. Como exploramos en nuestra primera semana de lectura:
La Biblia, además, es inerrante, es suficiente, está viva y activa, es la expresión suprema de la verdad, y nos ofrece una cosmovisión coherente que interpreta cómo la realidad (tanto física como espiritual) nos afecta personalmente.
La Biblia es, por tanto, la fuente de una cosmovisión coherente, que nos ayuda a interpretar la realidad física y la espiritual. Es, entonces, el lente con el cual podemos leer todo lo que nos rodea, y eso incluye, por supuesto, los libros, tanto en obras de ficción como no-ficción.
La Biblia no será suficiente, sin embargo, sin una conversión genuina. Reinke defiende, con fundamento, que el pecado ciega el corazón y la mente, con lo que impide una verdadera comprensión de la palabra de Dios. La Biblia, por tanto, no será suficiente, sin la obra redentora de Jesucristo y la acción del Espíritu Santo. Es Dios quien remueve el velo y permite que veamos la realidad (y los libros) a travez de una nueva luz.
La conversión trae consigo discernimiento; alimentado por la palabra de Dios en la Biblia, a fin de que el creyente pueda examinarlo todo, retener lo bueno, y abstenerse de toda forma de mal (1 Tesalonicenses 5:21-22).
Leer más allá de lo evidente
Además, Reinke hace una apología de la palabra escrita en general explicando cómo las imágenes, por sí solas, en realidad no son suficientes para comunicar verdades profundas e invisibles.
Es interesante, entonces, cómo hemos llegado a interiorizar adagios populares como “Una frase vale más que mil palabras” sin detenernos a entender lo que realmente significan. En realidad, no. No sería prudente asumir que una imagen siempre valga más que mil palabras. Sólo es así cuando estamos tratando de describir un objeto físico, y buscamos que esa descripción sea objetiva —y aún ahí hemos de reconocer que la subjetividad del espectador juega un rol importante en la interpretación de la comunicación recibida. Lo que Reinke sugiere, en cambio, es que hay cosas que las imágenes no pueden decir, pero que sí entendemos mediante el lenguaje. Entonces sí, ver un objeto en una imagen puede ser una forma eficiente de describir el objeto; pero la imagen por sí misma no será, necesariamente, la mejor forma de transmitir cómo el objeto nos hace sentir, o cómo entendernos unos a otros.
Al final, es como sugiere la frase de Antoine de Saint-Exupéry en El Principito:
“Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.”
Y hay ideas profundas, que sólo se podemos transmitir y entender con palabras. (Por eso es que tantas personas sienten que el libro es mejor que la película).
El lector cristiano y la literatura secular
Reinke enfatiza que la cosmovisión no puede ser subcontratada; cada persona debe desarrollar la suya propia, y los cristianos tenemos la gran oportunidad de fundamentar la nuestra en la Biblia.
El discernimiento es crucial para que podamos interactuar con la literatura secular. Por eso, Reinke propone seis pilares de la cosmovisión cristiana, que actúan como un marco de referencia para interpretar el mundo y todo lo que leemos:
Dios sí existe.
La verdad sí existe.
El pecado es lo que está mal con nuestro mundo.
Fuimos creados por Dios, a su imagen y semejanza.
Jesucristo es la solución a nuestro dilema y nuestra condición.
Dios restaurará la creación.
Al leer, debemos reconocer que tanto nosotros, los lectores, como el autor, tenemos una cosmovisión que nos resulta inescapable. Las cosmovisiones no cristianas no son necesariamente falsas por completo, pero a menudo solo contienen partes de la verdad. El riesgo principal radica en asumir que la diferencia entre cosmovisiones es insignificante.
Con eso en mente, Reinke sugiere evitar tres tipos de libros si es necesario: los inapropiados para la madurez del lector, los que glorifican el pecado (distinguiéndolos de los que simplemente describen el pecado) y los que perturban la conciencia personal.
A pesar de estas precauciones, Reinke defiende los beneficios de leer una amplia gama de autores seculares; porque toda verdad proviene de Dios, y rechazar la verdad en la literatura secular sería una afrenta al Creador (una idea que toma de Juan Calvino). Así, los libros seculares pueden describir el mundo, exponer el corazón humano, enseñar sabiduría, capturar la belleza y plantear preguntas que solo pueden ser respondidas en Cristo.
Imaginar, leer, y aprender
Reinke considera la imaginación como un atributo divino en el ser humano. Es decir, que tenemos imaginación porque Dios tiene imaginación, y nosotros somos hechos a imagen y semejanza de Dios. En cualquier caso, esa imaginación es esencial para comprender la verdad y el significado de las cosas. La literatura, especialmente la imaginativa o fantástica, nutre nuestra imaginación y nos ayuda a ir más allá de lo evidente, lo cual es vital para entender pasajes bíblicos simbólicos.
Para optimizar nuestra lectura, Reinke aconseja que establezcamos prioridades claras, comenzando con la Biblia —con lo que la idea central del libro esta presente en casi todos sus capítulos, aún en los más prácticos.
Y sobre consejos prácticos, Reinke recomienda variar la profundidad de la lectura según el texto y el propósito, y reflexionar sobre el trasfondo del autor. Una de sus advertencias más relevantes, dado el contexto actual, es sobre el impacto negativo de los hábitos digitales en nuestra capacidad de concentración y lectura profunda. Resulta especialmente preocupante, considerando que el libro se escribió hace 14 años, y nuestros hábitos digitales son, muy probablemente, peores que en ese entonces.
La Internet, con su naturaleza fragmentada y utilitaria, fomenta la lectura superficial, lo que dificulta la reflexión necesaria para adquirir sabiduría. Así que Reinke sugiere que la clave no es meramente desconectarse, sino cuidar la atención. Si no cultivamos nuestra capacidad concentración, con o sin Internet, tendremos muchas dificultades para prestar atención.
Finalmente, Reinke promueve la práctica de tomar notas y subrayar, no por el acto en sí, sino tratando de pensar profundamente sobre lo que se lee. En otras palabras, no nos invita a rayar nuestros libros, sino a pensar en ellos. Esta práctica, junto con la lectura en grupo, enriquece nuestra experiencia y puede ayudarnos a retener la información.
En última instancia, la meta del lector cristiano no es la literatura, sino Dios, la fuente de toda verdad, bondad y belleza. La lectura, entonces, se convierte en un medio para experimentarlas y acercarnos más a Dios.
Así que,
¿Qué les pareció el libro?
¿Cambió en algo sus propios hábitos de lectura?
En lo personal, a mí me despertó un renovado interés por leer más —mucho más. Y tengo libros de sobra por leer en mis libreros y en el Kindle, así que agradezco el entusiasmo y, sobre todo, la perspectiva para emprender su lectura.